Carrero Blanco, franquismo y corrupción: El caso Matesa

El último caso de corrupción del que se ocupa este artículo ocurrió en los últimos años del franquismo, entre finales de los años sesenta y principio de los setenta. El llamado caso Matesa afectó sobre todo a tres ex ministros que fueron procesados en los tribunales, pero también supuso un golpe de efecto importante en un régimen que tocaba a su fin y enfrentaba a dos de las principales facciones del momento: por un lado, quienes de alguna manera eran proclives a una preeminencia del Movimiento Nacional (representados por José Solís y Manuel Fraga); y los llamados tecnócratas, economistas preparados por lo general a la luz del Opus Dei y que pretendían un cierto aperturismo (con López Rodó y Carrero Blanco como baluartes).

Matesa (Maquinaria Textil del Norte de España, SA) fue creada para explotar en España un telar sin lanzadera, llamado IWER, de la patente francesa Ancet-Fayolle, que había adquirido en 1957. Su propietario era Juan Vilá y Reyes, un exitoso y presentado como ejemplarizante empresario catalán.

La empresa había logrado un despegue sin precedentes de gran transcendencia en la imagen que España quería dar en el mercado exterior. Entre 1964 y 1969 obtuvo créditos del Banco de Crédito Industrial (BCI, banco público) por valor de 10.000 millones de pesetas, que suponían un importante montante de negocio para el Banco y que constituían “la deuda de Matesa al crédito oficial, es decir, el dinero que ha recibido como préstamo del pueblo español y no ha devuelto” (ABC, Madrid, 19 de abril de 1975). Obtuvo además un 11% de desgravación fiscal. No nos puede resultar desconocido, pues, el actual “rescate a la Banca”.

Aunque no estaba exento de sospechas, el escándalo salió a la luz de casualidad. La investigación que se puso en marcha reveló que la mayor parte de los telares habían sido vendidos a sus propias filiales en el exterior. El engaño evidenciaba que dos tercios de las exportaciones habían sido falseadas.

La prensa de la época, que experimentaba una cierta apertura con la nueva ley impulsada por el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, se hizo eco del escándalo. Juan Vilá Reyes fue apartado de la dirección de la empresa y encarcelado por orden del Juzgado Especial de Delitos Monetarios (José María Gil-Robles, el histórico dirigente de la CEDA, fue el abogado defensor de Vilá Reyes). Su hermano Fernando y su cuñado Manuel Salvat Dalmau, directivos de la empresa, también fueron encausados.

La dimensión política se agravó cuando la noticia no solo fue recogida por los periódicos críticos con el franquismo (como Informaciones, dirigido en esos momentos por Juan Luis Cebrián), sino también por los afines, como ABC o El Alcázar, que vinculaban el escándalo al Opus Dei y a los ministros económicos, lo que hacía sospechar el manejo político desde la prensa: “¿Cómo se pasó, de un año a otro, a triplicar los créditos oficiales concedidos a Matesa sin sospechar ninguna anormalidad? ¿Por qué Matesa gozaba de tanto predicamento en el Banco de Crédito Industrial?” (El Alcázar, 11 de septiembre de 1935). No se pudo recobrar nada del dinero estafado.

Lo que se dirimía en realidad era una encarnizada disputa política por la sucesión franquista: “El hombre de la calle, espectador mudo y asombrado (…) adivina que, en el fondo, se está ventilando una durísima y nada académica lucha por el poder” (Nuevo Diario). Hasta Carrero Blanco tuvo que salir en defensa del régimen: “En el ‘caso Matesa’ hay que distinguir su vertiente económica y su vertiente política, es decir, entre el hecho del fallido bancario de mayor volumen registrado en España y el de su escandalosa politización mediante una campaña de Prensa que ha lesionado no sólo el crédito exterior de nuestra economía, sino incluso la fama del Régimen al presentarlo como minado por la corrupción…”(Jose Manuel Bustamante, El Mundo, 19 de enero de 2007). La tan traída y actual “imagen de España” en el exterior.

La crisis de Matesa supuso el triunfo del sector del Opus Dei, reforzando el poder de Carrero Blanco y de Laureano López Rodó (ministro comisario del Plan de Desarrollo en el nuevo gabinete) y minando la representatividad del sector del Movimiento, pues tanto Solís como Fraga (fue nombrado embajador en el Reino Unido) salen del gobierno. Se procesó a los exministros Juan José Espinosa San Martín, Faustino García-Moncó y Mariano Navarro Rubio y también hubo penas para algunos empleados del Banco de Crédito Industrial acusados de negligencia o cohecho en el desempeño de sus funciones.

Después de realizar la mayor remodelación de un gobierno durante la dictadura, Franco cambia de opinión respecto a los implicados en el caso Matesa y el 1 de octubre de 1971 un decreto de la Jefatura del Estado concede el indulto a diez de los acusados, entre ellos los ex ministros de Hacienda y Comercio y Mariano Navarro Rubio (ex gobernador del Banco de España), quien por cierto en 1965 había intervenido el pequeño Banco de Siero e iniciado un proceso judicial contra sus fundadores acusados de utilizar el Banco como tapadera para la evasión de divisas a Suiza (ahora sí, ya se conocían los Paraísos Fiscales). Fueron por esto último condenados a varios años de cárcel y multas millonarias (además de otros directivos), los fundadores del banco, Ramón Rato Rodríguez y Ramón Rato Figaredo, padre y hermano mayor de Rodrigo Rato… si, el de Bankia.

Aquel cambio de opinión respecto a la condena de los implicados en el escándalo Matesa pudo deberse a una decidida amenaza que Vilá Reyes expresó a Carrero Blanco mediante una carta por medio de la cual le advertía de que podía hacer públicas otros comportamientos corruptos durante los años 64 a 69.

Como en los actuales casos de corrupción (Caso Nóos, Caso Bárcenas), la clave está en los “papeles” ocultos que se entregan al juez como moneda de cambio para una exculpación.

El propio Vilá Reyes, condenado por dos delitos de estafa, 417 delitos de falsedad en documento mercantil y cuatro de cohecho, a más de 223 años de prisión, fue indultado por el rey Juan Carlos I, ya años después, después de pasar cinco años encarcelado.

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