"Picasso puso su obra al servicio de la defensa de la República, pero también su persona
El 19 de septiembre de 1936, dos meses
después del golpe de Estado militar, el Gobierno republicano nombra
director del Museo del Prado a Pablo Picasso. 80 años después, el Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) acoge una de las obras más
significativas de la Historia y de la pintura española: Guernica.
La revista El Mono Azul, editada en
Madrid por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de
la Cultura, de la que eran responsables, entre otros, María Teresa León y
José Bergamín, destacaba ese nombramiento señalando que, si antes del
19 de julio de 1936 se pudo pensar en ofrecer ese puesto al pintor,
después de esa fecha se entiende como una conquista el que Picasso ocupe
la dirección del Museo: “La revolución le necesita y hay que ganársele.
Es problema de honor conseguir que acepte nuestros cuadros de dirección
cultural; necesitamos a Picasso, y es, por tanto, imprescindible
incorporarle, traerlo a España, encuadrarle”.
Picasso venía colaborando en la defensa
republicana organizando exposiciones en París con el fin de obtener
fondos que sirvieran de ayuda para los milicianos. Tal vez por ello, en
mayo de 1937, aún no había ocupado su plaza en el museo. Él mismo decía
en agosto de ese año que no había podido tomar posesión como director
pero que, los defensores del Prado no eran ahora los artistas sino los
aviadores, tanquistas y soldados del ejército republicano. Siendo cierta
esa afirmación, también lo era que su presencia en París era mucho más
relevante para la defensa de la República. Su obra se exhibía por el
resto del mundo, caso de Suecia donde, a principios de junio de 1937 y
presentada por la embajadora española Isabel Oyarzábal, se mostraron
tres cuadros del pintor en la exposición de Arte español, al tiempo que
el crítico de arte Adolfo Salazar daba una conferencia sobre la pintura
en España.
Sin duda, tan importante como la guerra
bélica era la propagandística. Todos los líderes republicanos señalaban
en los discursos cómo la rebelión se había convertido ya en guerra
civil y esta en guerra de independencia, al estar apoyados los golpistas
por la Italia fascista y la Alemania nazi. Por todo ello, la imagen de
Picasso era de gran ayuda en la defensa de la República. La lucha contra
el fascismo era también la lucha contra el trato igualitario que en el
exterior se le daba a una República legitimada por las urnas frente a
una Junta de Defensa Nacional creada por los golpistas; una lucha por
mostrar al mundo la barbarie fascista nacional e internacional. Es por
ello que las plazas de consulados y embajadas se cubren con
antifascistas, muchos de ellos intelectuales como la mencionada
Oyarzabal, Pablo de Azcárate en Londres o Luis Araquistain en la
importante plaza de París.
La mayor parte de escritores, artistas y
hombres de ciencia defensores de la democracia se reunieron en la
Alianza de Intelectuales Antifascistas, firmando y publicando
manifiestos contra los ataques salvajes de la intervención alemana e
italiana. Sirva como ejemplo el llamamiento realizado “a la conciencia
universal que no puede permanecer indiferente ante hechos tales, como no
permanecerían ajenos los que hoy aquí firman ante hechos análogos que
en cualquier lugar y con cualquier pretexto pudieran suscitarse el día
de mañana por indiferencia ante las tropelías de hoy en menosprecio y
amenaza de los otros pueblos civilizados“.
Entre los firmantes de este escrito
está lo más granado de las letras, el arte y la ciencia en España:
Jacinto Benavente, Pedro Bosch Gimpera, Mariano Benlliure, Pablo
Picasso, José Bergamín, José Gaos, José Gutiérrez Solana, Antonio
Machado, Tomás Navarro Tomás, Antonio Zozaya, los hermanos Serafín y
Joaquín Álvarez Quintero, Juan Peset, Joaquín Xirau, Juan de la Encina,
Enrique Moles, Rafael Alberti, etc.
De la importancia que tenía el nombre y
la persona de Picasso y del daño que podían hacer sus palabras y su
ideología antifascista en el exterior de España en beneficio de la
República, da buena fe las artimañas de Manuel Aznar, el político y
periodista tradicionalista que queriendo realizar una contrapropaganda
afirmó en el periódico cubano El Diario de la Marina, en junio de 1937,
lo que Picasso calificaría como “una infame calumnia”. Escribió Aznar
que, era tal la barbarie cometida por los “rojos” en España saqueando y
destruyendo el patrimonio artístico que, Picasso y otros artistas como
Mateo Hernández, pensaban dirigirse a la Sociedad de Naciones buscando
la protección del tesoro artístico español.
Una clara manipulación del nombre del
escultor bejarano Mateo Hernández y del pintor de fama internacional que
tuvo que reaccionar inmediatamente, apostillando que él siempre estaría
con el pueblo y en defensa de la libertad y por tanto frente a la
reacción y la muerte del arte. Termina Picasso su defensa argumentando
que ha pintado para el pabellón español de la Exposición Universal de
París el trágico Guernica y que aparecerá en Cahiers d’Art su colección
de grabados Sueño y Mentira de Franco. Ambas obras son el ejemplo más
contundente de la lucha antifascista del pintor. Si el Guernica se ha
convertido en el símbolo de la tragedia del bombardeo a una población
civil indefensa, el conjunto de viñetas de Sueño y Mentira de Franco
constituye la sátira más mordaz contra el golpista, a quien representa
como un tubérculo repulsivo, rodeado de símbolos que representan el
apoyo a Franco recibido por parte de la Iglesia católica, el Ejército y
los soldados traídos de Marruecos y que, en palabras de Picasso, expresa
claramente su opinión sobre “la casta militar que ha hundido a España
en el dolor y la muerte.
El Pabellón Español de la exposición
Universal de París, diseñado por los arquitectos Luis Lacasa y José Luis
Sert, fue un escaparate donde la República mostró al mundo la barbarie
que ocurría en España, pero también los logros culturales y sociales que
se habían llevado a cabo hasta el comienzo de la guerra e incluso
durante el enfrentamiento.
El impacto de Guernica fue tal que
desde el mismo momento de su exposición se solicitó el préstamo de la
obra para llevarlo por diferentes países. La galería Rosenberg de París
lo exhibió en Oslo, Copenhague y Estocolmo y de ahí viajó por todo el
mundo. Picasso amplió para ello el título exponiéndose como: Guernica:
Acto de execración de la agresión de que es víctima el pueblo español.
El pintor donó dinero en más de una
ocasión para asistir a los niños evacuados como consecuencia del
conflicto. A Victoria Kent, delegada en París del Comité Nacional
Español de Ayuda a la Infancia, le envió la cantidad de 100.000 francos,
un monto con el que se podía alimentar un mes a casi 5.000 niños; es
muy posible que los casi 200.000 francos que la investigadora Josefina
Alix apunta que Picasso cobró del Gobierno republicano por el Guernica y
por el resto de la obra encargada para la exposición, fuesen donados
también por el pintor para ayuda a los refugiados. Picasso puso su obra
al servicio de la defensa de la República, pero también su persona.
Recordemos cómo ante la tumba de Guillaume Apollinaire rechazó estrechar
la mano que le extendía el futurista Marinetti, espetándole un:
“¡Cuidado! Nada tiene usted que decirme. ¡Retírese!”.
Picasso, al ser preguntado por el
desplante explicó que no quería dar la mano “a los asesinos de hijos de
españoles ni a quienes los han elogiado por unas monedas”.
Tras finalizar la Exposición Universal,
Guernica viajó y se exhibió por todo el mundo y se musealizó y custodió
en el MOMA de Nueva York hasta su regreso a España. Para entonces, el
cuadro había evolucionado en su significado hasta convertirse en símbolo
mundial de la paz y había modificado su significado político, como
señala Isabel Tejeda, hacia un referente artístico internacional en el
que se aminoraban las referencias políticas para aumentar las de
carácter formal, en lo que tuvo mucho que ver lo que se conoce como caza
de brujas del senador McCarthy en EE UU.
En septiembre de 1981, Guernica entraba
en España por vez primera. Fue Picasso quién dejó establecido que hasta
que no se recuperasen las libertades en el país el cuadro permaneciera
custodiado en el MOMA. Para los republicanos que habían perdido la
guerra significó el regreso del exilio y la victoria de la razón, para
los españoles que no vivimos la guerra, toda una lección de Historia.
Por: María José Turrión
| 28 de
septiembre de
2016
Fuente: http://blogs.elpais.com
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