5 motivos para no perder el norte y seguir siendo antifranquistas

Una cosa es que el PSOE vaya a permitir que Rajoy siga siendo presidente del Gobierno y otra muy diferente que en el transcurso del tortuoso camino que le ha tocado andar en las últimas semanas pierda una parte fundamental de su esencia como partido de izquierdas.
 
De la esencia de las derechas, por el contrario, emana el propósito de sacar tajada de la situación. Y una de tantas maneras es tratar de confundir a militantes y simpatizantes del PSOE en estos momentos de incertidumbre y volatilidad de ideas. En eso consiste, en mi opinión, el artículo publicado el fin de semana en La Razón por el historiador Jorge Vilches con el título "¿Por qué la izquierda está obsesionada con Franco?". Opina el autor que "el derribo y vejación de la estatua del dictador exhibida en Barcelona muestra que la nueva izquierda traiciona los esfuerzos por la reconciliación, ‘sin vencedores ni vencidos’, que realizaron comunistas y socialistas junto con notables falangistas a espaldas de Franco para preparar la democracia".
 
Sin pretender justificar actos de vandalismo de ningún tipo, incluso contra la efigie sin cabeza del dictador que tanto daño hizo a España, la única respuesta posible a esa pregunta es que todavía persisten unos cuantos motivos, muy bien fundamentados, para que la izquierda siga obsesionada con Franco, es decir, para seguir siendo antifranquista.
 
1. Porque los herederos del franquismo son los artífices de la corrupción.  
Lo dijo el hispanista británico Paul Preston al presentar hace un año la última reedición de su biografía de Franco: durante el franquismo se afianzó la idea de que "el servicio público no era para el beneficio público, sino para el privado, y esos hábitos en mucha gente en los primeros años de la Transición fueron difíciles de cambiar". Franco y su esposa, dice Preston, pensaban que el país les debía una deuda de gratitud por haberlo salvado del bolchevismo y, como recientemente ha comprobado el historiador Ángel Viñas, utilizaban el Patrimonio Nacional como si fuera suyo. Según Viñas, "Franco entró en la guerra sin un duro y salió con 388 millones de euros". Como está demostrando estos días el juicio de la trama Gürtel, algunos siguieron desarrollando esa vieja costumbre hasta bien entrado el siglo XXI.

2. Porque muchos se empeñan en mantenerle vivo 41 años después de su muerte. 
No solo porque en muchas localidades españolas se mantienen calles y plazas dedicadas a algunos de los héroes más sanguinarios de la Guerra Civil en abierta, flagrante y enconada violación de la Ley de Memoria Histórica, sino también porque, como recordaba el periodista Carlos Hernández recientemente en Eldiario.es al comparar la situación de nuestro país con la supresión de símbolos nazis en Alemania y Austria, en España "la cuenta no se pondrá a cero hasta que nuestro Hitler particular, que lo tuvimos, sea sacado de la faraónica tumba en la que reposa desde 1975. España no podrá mirar serenamente hacia su pasado más reciente hasta que no lo interiorice con todas las consecuencias, como hicieron las naciones que formaron parte del Reich".

3. Porque miles de españoles continúan enterrados en fosas comunes y cunetas. 
García Lorca es el más famoso, pero no el único. España es el segundo país del mundo con un mayor número de ejecutados después de Camboya y, a pesar de ello, unos cien mil españoles continúan desaparecidos en más de 2.000 fosas comunes de las que solo se han abierto tres centenares. Los familiares de esas víctimas, con un sentido de la dignidad fuera de lo común y sin el menor atisbo de revanchismo, lo único que desean es poder enterrar decentemente a sus allegados. Entre los pocos que lo han conseguido está Asunción Mendieta que, a los 90 años, ha podido recuperar los restos de su padre después de viajar a Argentina para que el exhorto de una jueza de ese país posibilitara la apertura de la fosa en la que había sido enterrado en la provincia de Guadalajara en 1939.

4. Porque Franco retrasó la marcha de la guerra para "limpiar España de indeseables". 
Eliminar a los que no pensaban como ellos fue el objetivo de la "cruzada" y como recuerda Paul Preston los enemigos de los golpistas fueron "los maestros de escuela, los masones, los médicos, los abogados liberales, los intelectuales, los líderes de los sindicatos, es decir, los posibles diseminadores de las ideas". Los pocos que quedaron, y los que continuaron siendo como ellos y se reorganizaron, sufrieron en carne propia el rigor y la crueldad de la dictadura.

5. Porque ser antifranquista no significa ser terrorista. 
Así es como nos califica Vilches al afirmar que el vandalismo contra la estatua de Franco es "la manifestación de una de las señas de identidad emotiva del populismo socialista y del independentismo izquierdista, herederos del relato revolucionario y terrorista de la década de 1970". Y él mismo se contradice, porque en su artículo evoca precisamente los momentos en los que la izquierda, en pleno franquismo y mientras sufría sus consecuencias con penas de cárcel, "no estaba animada por el deseo de vengarse de Franco y sus seguidores" sino por la superación del "fracaso colectivo" de la política española desde finales del siglo XIX. La aparición en los años 70 de varios grupos terroristas no tiene nada que ver con esa otra izquierda que hacía tremendos esfuerzos para diferenciarse de quienes eligieron la violencia como forma de respuesta. 

Autor: Jesús Martín
Fuente: elplural.com

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